viernes, 2 de marzo de 2018

Perderse para encontrarse

A veces sentimos que vivimos una y otra vez las mismas cosas  -o similares-, como que no acabamos de avanzar, que nos encontramos en cierta manera ‘estancados’ en contra de nuestra voluntad, por cosas, vivencias o situaciones ajenas a nosotros, que surgen, qué aparecen así llegando a nuestras vidas de la manera más inesperada. A veces nos sentimos como ‘perdidos’, desorientados, desubicados, sin saber por donde es mejor tirar.
Y es que hay ocasiones en que es necesario perderse para poderse encontrar. En ocasiones perderse es encontrarse. 

Todo camino empieza por el primer paso.. 

El que más suele costar dar.
Nadie encuentra su camino sin haberse perdido varias veces.

La vida siempre avanza, y avanzamos con ella, es un camino continuo donde no hay stop, es decir, a pesar de que en ocasiones nos encontremos o sintamos ‘saturados’ o ‘colapsados’ por un cúmulo de circunstancias en ciertos momentos o épocas que parece que se complican, que se nos hacen más cuesta arriba de lo que normalmente son, siempre estamos avanzando, en contínuo movimiento, aunque no nos demos cuenta. Es más, desde el preciso instante en que lo advertimos y somos conscientes de nuestras sensaciones o de cómo percibimos aquello que nos llega, que se nos presenta o que tenemos delante, ya estamos avanzando y mucho. Ése es el primer paso. Para todo. Tomar conciencia.

Muchas de las situaciones que vivimos o por las que pasamos están directamente relacionadas con situaciones que ya hemos vivido anteriormente, nosotros o nuestros ancestros. Alguien cercano a nosotros. Y es por eso que parece que ‘se repiten’ ciertos patrones, así como ciertas situaciones solo que en escenarios diferentes. Lo mismo nos ocurre cuando alguien muy cercano está pasándolo y no somos nosotros quienes estamos viviéndolo en primera persona. No nos hace falta estar viviéndolo para ‘sufrirlo’, para que nos sepa mal cuando vemos a alguien en una circunstancia perjudicial e ‘innecesaria’. Comillo innecesaria porque realmente dichas circunstancias son necesarias. Hay que pasarlas. Todos tenemos demonios, todos tenemos sombras y hay que sacarlos. Liberarlos. Liberarnos. Es necesario. 
En ocasiones ocurre como si viviéramos y sintiéramos el sufrimiento que en algún momento sintieron nuestros antepasados en algún momento de sus vidas. Y sin darnos cuenta nos aferramos a él, cuando lo que necesitamos es precisamente ‘desprendernos’. Es un sufrimiento que no nos corresponde. Al menos no de ésa manera, en ese grado. Y es algo que cuesta y mucho. Desprenderse no es olvidar, desprenderse es liberarse. Es poder seguir hacia adelante. Es avanzar.

Como en todo, lo que más cuesta es dar el primer paso. Siempre ocurre. Para todo. Pero la vida es eso. Es caminar. Y solo se hace camino al andar. Nunca llegaríamos a ningún lugar si no diéramos el temido primer paso. Ya no se trata de ser valientes, se trata de atreverse. De arriesgar. De saber que se puede tropezar, pero todavía más se puede  -y debe-  uno levantar. Y así, continuar el camino con más fuerzas todavía. La vida es para los valientes. Aunque en ciertas ocasiones todos hemos sido  -o somos-  cobardes. Nos paraliza nuestro propio miedo a ‘lo desconocido’, a lo que no sabemos. A los límites que sin querer continuamente nos imponemos. 

Por eso, la vida es tan maravillosa, es tan sabia que aunque en el mismo momento no sepamos verlo, nos ayuda, nos enseña, nos habla. Todo está conectado. La vida, el universo, el destino, la madre Tierra, nosotros. Solo basta tener bien abiertos los ojos, estar despiertos para ver y recibir cuando nos envía las señales.
Últimamente estoy recibiendo muchas. Por muchos y diversos bandos. Están aflorando algunas cosas de hace tiempo. Mucho tiempo. Cosas que para no arrastrarlas, o al menos no sentirlo así, las dejamos, las guardamos en un cajón bajo llave, ‘escondiendo la llave’, pensando que así se quedan ahí. Hasta que decidamos que es momento de abrir. Y no es así. Sin darnos cuenta nos pesan. Están llenando nuestra mochila, cargando todo el peso en nuestra espalda. Hay momentos que llegan solos, que nacen, que fluyen. Otros hay que hacerlos. 


Probablemente también recibí ésta señal advirtiéndome hace unas semanas atrás. Pero no la supe ver. O descifrar. No caí en ella. No la advertí. 
Empecé a tener unos dolores de espalda que incluso me limitaban. Y por ese mismo tiempo andaba ‘nutriéndome’ como principiante  sobre Ayurvedha y de mi recién descubierto dosha, como son las cosas. Todo estaba diciéndomelo a gritos y no lo veía. Supongo que en esos momentos mi mente y mi espiritualidad estaban en otras cosas, a pesar de que recuerdo perfectamente estar leyéndolo, que cada dolor, cada desequilibrio se nos presenta en forma de inquietud, molestia o dolor físico. Que paradoja. Lo tenía frente a mis ojos y se me pasó completamente por alto. 

A veces ocurre, que cuando nos encontramos dentro, viviéndolo, es cuando menos vemos las señales. A pesar de que tengan un cartel luminoso parpadeando frente a nosotros. C’est la vie. 


Y así es como la vida, el destino y el universo nos ayudan a avanzar, con los golpes de realidad. Un golpe de realidad según en qué momento puede dejarte más k.o. que cualquier derechazo sin guante de boxeo. Pero son tan necesarios. Tan beneficiosos. Son los que nos ayudan a ‘abrir los ojos’, y también a ‘abrir la mente’. Y sin darnos cuenta, cuando abrimos los ojos y la mente, estamos abriendo el alma. El alma también necesita liberarse, necesita ser escuchada, ser atendida. Ser comprendida. Mente, alma, cuerpo y espíritu. Está todo ligado. Va todo de la mano. Por eso tan importante es escuchar a nuestra mente y nuestra alma, como a nuestro cuerpo y espíritu. Necesitamos escucharlos para así poder liberarlos. Y renovarlos. Necesitan ese espacio para poder albergar todo lo nuevo y bueno que nos está por llegar. 

Aunque lo fácil, lo rápido, el atajo siempre es dejarlo, aplazarlo, ‘tememos’ lo que nos va a decir si nos disponemos a escucharlo, porque sabemos lo que es. Nosotros lo hemos ido dejando ahí. Acumulándolo. Quiénsabeparacuándo. Hay cosas para las que nunca hay ni va a haber un momento idóneo o el mejor momento. A veces nos pasamos la vida esperando ‘el momento’ para hacer algo, para decir algo, para emprender, para empezar, para cambiar aquello que necesitamos cambiar o mejorar, para arriesgar, para lanzarnos, hasta que nos damos cuenta de que, la vida se pasa mientras ‘esperamos’ el momento. Y ahí es cuando actuamos. Esto se debe a que hemos llegado, sin saberlo, sin darnos cuenta, al momento. A ese que tanto estábamos esperando que llegara. Lo hacemos nosotros. Necesitamos hacer que llegue ese momento. Para avanzar. Dejando a un lado el miedo. Las dudas. Que son las que nos tenían retenidos y paralizados
Y es que lo cierto, es que todo pasa de la manera que tiene que pasar y ésa es de la mejor manera que podía pasar. Siempre.

Hacía mucho tiempo que no me encontraba en un momento así, años, de introspección, de necesitar escucharme, de encontrarme. Y todo esto me hace recordar una carta recibida en navidad, entregada en mano, de alguien con mucha luz. Alguien que a pesar de no conocer mucho, más bien poco, transmite y mucho. Y su carta fue muy reveladora. Hay personas que a pesar de apenas conocerlas, parece existir una conexión más allá de lo que se sabe, o se dice. Personas especiales. Que ven a través de tus ojos. Y saben. Sin que les digas. Gracias M. por el detallazo, me dejaste sin palabras, desbordada de lágrimas y entre líneas casi sin respiración. 

El momento ha llegado. 


“Cuidado con los miedos, les encanta robar sueños.”


Muy feliz fin de semana, que por fin es viernes y estoy deseandito reunirme con mi amor para estar 24/7 juntitos, disfrutando, disfrutándonos, viviendo y mimándonos. Por qué lo más grande tambien es lo más pequeño. Los detalles son todo.



Escuchándonos, silenciándonos, encontrándonos y liberándonos, todo siempre juntos y amándonos, Cachito&Mami..*

No hay comentarios:

Publicar un comentario